domingo, 28 de agosto de 2011

Tercera fase


Yaquí emprende la tarea de activar la plataforma. En realidad tarda poco más de un segundo en dar las órdenes necesarias, pero los instrumentos son más lentos que el poderoso pensamiento de Yaquí y necesitan algo más de tiempo en obedecer las indicaciones.
Yaquí espera. Alguno de los procesos no pueden aumentar su velocidad, son consecutivos, dependen de la finalización del anterior. El encadenamiento continua de forma aceptable. Yaquí, con una mínima pero suficiente atención regula, al tiempo que otra parte de su inmenso cerebro está dedicado al mantenimiento y gestión la plataforma, la que constituye su mundo.
En las cápsulas, los seres vivos están abandonando la hibernación de forma paulatina. Tardarán aún tres ciclos en terminar este proceso. Yaquí sabe. Yaquí espera paciente.
Hace ya tiempo que sus detectores localizaron el planeta, pero hasta que no se culminó el acercamiento suficiente y se hubo examinado y analizado con detalle no ha tomado la decisión de posarse en él. En ese momento fue cuando dio las órdenes que pusieron en marcha el proceso de despertar el entorno de la plataforma.
Luces se encienden en los pasillos. Hasta este momento no habían sido necesarias. Yaquí no usa esos sentidos primarios. Ahora que seres vivos van a ocupar sus puestos, se hacen indispensables. Deja salir los gases que componen la atmósfera que necesitan para respirar.
Las cámaras de hibernación se abren y sus ocupantes emergen desperezándose, con el asombro de los que han dormido durante largos milenios.
Más tarde, después del reencuentro, después de la adaptación, después de la innecesaria comprobación de los datos ofrecidos por Yaquí, los tripulantes aceptan que la primera parte del objetivo de su viaje se ha alcanzado. Están orbitando un planeta que contiene vida. Abundante y diversificada vida.
Varios ciclos más tarde, ya han tomado la decisión. Existen unos seres con un alto porcentaje de posibilidades de poseer inteligencia. Conviven en grupos y se guarnecen en unas estructuras simples pero lo suficiente sólidas para defenderse de los elementos y otros de seres que les puedan atacar.
Yaquí corrobora sus impresiones y comienzan la preparación. La nave desciende lenta y majestuosa, posándose en medio del claro. Ellos, cubiertos ya con las defensas protectoras individuales, esperan anhelantes a que Yaquí abra la compuerta.
Fuera, la horda neanderthal permanece expectante. Primero habían corrido a esconderse, pero poco a poco, la simiesca curiosidad ha prevalecido y al notar la silenciosa inmovilidad del artefacto se iban acercando, recelosos, con gruñidos suaves pero amenazadores. Nada ocurre. Esperan. Colocados entre el artefacto y sus cabañas, se sientan sujetando alertas, eso sí, las armas que portan. Desde la obscuridad de sus habitáculos, los ojos de los niños observaban curiosos. Las mujeres permanecían detrás de los hombres, también armadas y alerta ante lo desconocido.
Una pared se desprende y los seres bajan a tierra. Tras ligera vacilación comenzaron el avance hacia los hombres que permanecían sentados. Estos vacilan. Fue sólo un momento. El tiempo necesario de comprobar que lo que tenían delante eran seres vivos. Los neanderthales se levantan al unísono y con gran estruendo y griterío se abalanzan sobre los extraños.
Tras la dilatada sequía y la consiguiente penuria, al fin pueden comer.