jueves, 9 de diciembre de 2010

Le seguían llamando Bates

Para Hortensia que suspiraba por un mini-western

El caballo bebía ansioso el anhelada agua mientras él, igualmente destrozado empujaba la puerta del saloon. No generó demasiada curiosidad. Como ciudad de paso la llegada de cowboys derrengados era habitual. Después de beber ávidamente el primer whisky se sentó en una desvencijada mesa, casi tan zaparrastrosa como él, a devorar unas malolientes judías que tras el viaje por el desierto le parecieron deliciosas.
Se dirigió a la apartada y solitaria casa sobre la colina que le indicaron como hotel. También le habían indicado un rancho donde era probable que pudiese encontrar trabajo. Pero antes tenía que descansar y adecentarse un poco.
El joven muchacho le proporcionó habitación y una bañera humeante. Solo le recomendó tuviese prevención con el ruido, su madre se encontraba algo indispuesta. Él así se lo prometió. Relajado en el agua caliente se encontraba cuando se descorrió la cortina. Allí estaba la madre, alta, delgada, con el vestido suelto cayendo hasta el suelo, el pelo gris recogido en un moño y sobre todo, esgrimiendo el gran cuchillo en su mano derecha.

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