viernes, 20 de enero de 2012

Una cena muy especial

Iba demasiado cargado. Era consciente. Gran parte de lo que transportaba sobraría y tendría que tirarlo o dejarlo para otra ocasión. Pero era maniático con los preparativos. Compraba de todo y luego elegía lo más apropiado para el momento.

Hoy se trataba de una cena. Una cena especial. Desde luego no cocinaría nada, todo lo había comprado ya preparado, tan solo calentar y servir; en algún plato, adornar la presentación, poco más. Era su especialidad adquirida tras larga práctica y le solía proporcionar unos resultados satisfactorios. En cuanto a cocinar, cocinar, a pesar de los años que llevaba viviendo sin compañía, su mayor logro eran los bocadillos de jamón.

El acontecimiento merecía una preparación esmerada. Tenía nada menos que a Paula de invitada, la última incorporación a su entorno laboral. Cierto es que su norma era no relacionarse con compañeras, pero en este caso, es que Paula, Paula.. Con ese pelo platino, esas caderas, esos... Bueno, no era de su época, pertenecía mejor a la de su padre o quizá a la de su abuelo, pero para su gusto, el tipo Marilyn era la perfección. Era propietario de un un dvd de «Some like it hot» que había visto infinitas veces a pesar de la presencia de ese Schwartz que resultaba patético en su interpretación.

Entró en su casa con dificultad debido los paquetes. Al dirigirse a la cocina observó un sobre en el suelo. Publicidad, pensó. Desembarazado de la carga, recogió el sobre. No era publicidad. Un sobre cuadrado, ordinario, barato, sin señas y abierto. En su interior una hoja: María encanto, me ha costado mucho tiempo dar contigo. ¿Ya te has olvidado de Almería? Yo no. Te prometo que no verás la próxima primavera.

Nada más. Instintivamente miró alrededor buscando un calendario. Era veinte de marzo. La primavera entraría el día siguiente. No conocía a nadie en Almería, nunca había estado allí. Una broma, decidió. O una equivocación. ¿Quién podía ser María?. ¿Su vecina?, no, la charlatana se llamaba Juani. ¿La anterior inquilina? No, Leonor. Lo dejó. Lo primero era continuar con los preparativos.

El cava, a la nevera. Fue entonces, al abrir la nevera, cuando recordó que por debajo de su puerta no se podía deslizar un papel. Luego ¡alguien había entrado en la casa! La explosión lo descuartizó. Mientras moría pudo pensar: «y tampoco soy María.»

¿O sí?

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