domingo, 24 de octubre de 2010

Niñez

Primero oyó un tenue tamborileo y al levantar la vista, por el ventanal advirtió que estaba empezando a llover.
Dejó el libro en el brazo del butacón y abriendo la puerta salió al patio.
La lluvia empezó a mojarle cayendo suavemente, deslizándose por sus brazos, su cabeza, penetrando bajo el cuello de la camisa y empezando a humedecer el torso.
Recordó su infancia jugando bajo la lluvia. Pero un atisbo de madurez le recordó que a su edad no era apropiado hacer esas tonterías. Si alguien lo viese, ¿qué pensaría? Era estúpido continuar.
Entonces extendió los brazos, levantó la cara y dejó que la lluvia le corriera por las mejillas.

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