jueves, 4 de noviembre de 2010

La comadrona deslenguada

La mujer que acababa de entrar se quitó el mantón y lo arrojó con descuido encima de una arca. Luego se derrumbó sobre un escabel apoyando la espalda contra el adobe de la pared y extendió las piernas. Su cara reflejaba el sumo cansancio que la dominaba.
La muchacha le acercó un vaso con vino caliente que absorbió con avidez.
Eructó con escándalo y volviendo a beber pareció relajarse.
─ Vengo destrozada. Y todo para nada, el niño nació muerto. No, no ha muerto durante el parto, no, ya estaba muerto de antes. Una birria de chiquillo, todo hay que decirlo. Pero con la madre que tenía no se puede esperar nada mejor. Una cría enclenque, bajita, mal alimentada. Se ponen a tener hijos en cuanto les llega y así les pasa. Además, el largo viaje que han realizado. Y el marido, un vejestorio decrépito, que no me extrañaría que no fuese el padre porque él no parece estar para muchas alegrías. De dinero nada, si casi les tengo que dar yo algo para que coman. Con decirte que ha venido a parir en un establo entre un buey y una mula...

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