lunes, 29 de noviembre de 2010

Sublimación

De muy pequeño ya sintió la llamada que se iba acrecentando mientras crecía. Fueron sus padres los que le obligaron a estudiar y así fue arrinconando esa inclinación a la vida contemplativa. La vida laboral se interpuso a la vida monástica. Pero ahora, al fin, había alcanzado su íntimo anhelo.
Era inútil. Por mucho que sublimase la situación, no conseguía olvidar que tenía que pasar los próximos quince años en esta celda de Alcalá-Meco.

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