jueves, 4 de noviembre de 2010

Plagio

Necesitaba de forma imperiosa encontrar un argumento plausible y ponerse a desarrollarlo y terminar el cuento que tenía que entregar el día siguiente. Pero precisamente por la premura, el agobio, el cansancio y un tímido desaliento, no encontraba el arranque necesario que le condujese a pergeñar el relato.
Había sido demasiado optimista, confiado en su maestría, al dejar el comienzo del trabajo hasta el último día. No lo volvería a hacer, autopromesa frecuente e igualmente incumplida con la misma frecuencia.
Se sentó ante la máquina. Aunque de forma habitual usaba el ordenador, era maniático y un tanto supersticioso y pretendía que con su antigua máquina de escribir le llegaba la inspiración de manera más fluida.
Quizá fuese verdad, la mejor de sus novelas la escribió en esa misma máquina en un verano maligno y depresivo.
Tanteó un comienzo estándar, la historia de un novelista. Bigote cerrado, marrón, chaqueta de lana descolorida, pelo empezando a blanquear. En el personaje, bajo su descripción, asomaban unos indicios de verosimilitud, de vida. Si conseguía mantenerlo así algunos párrafos más tenía seguro una historia por lo menos aceptable.
En las frecuentes pausas mientras escribía, chupaba mate de una bombilla que tenía a su lado. ¿Mate? ¿estaba acaso creando un personaje argentino? No, no podía ser argentino, ¿esnobismo? no, el resto de la descripción no denotaba afectación. Ya, adquirió la costumbre en una relación que mantuvo en el pasado con una porteña.
Aliviado al aclarar el asunto, continuó su cuento. El personaje que creaba era metódico y tenaz, se había propuesto terminar una novela corta o cuento largo al que estaba dedicado ese mismo día y al parecer lo estaba consiguiendo.
Su argumento era trivial, un cuento de terror y vampirismo. Lo singular, el entorno. Un pueblo costero turístico; neón, discotecas, diversión, lo opuesto al tradicional escenario de estos relatos. Un estudiante escéptico que persigue al vampiro con el propósito de demostrar la falsedad de esa creencia, la joven en silla de ruedas, víctima del monstruo. Y un final desconcertante. Encuentran la cripta, el ataúd, y al abrirlo, el estudiante descubre en él su propio cuerpo con sangre manchando los labios.
No esta mal lo que escribe mi personaje, pensó.Y en un súbito impulso arrancó la hoja de la máquina, colocó otra limpia y empezó él a escribir la historia del vampiro.

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