jueves, 18 de noviembre de 2010

Primer amor


El rígido profesor Peláez ─el ogro peláez─ como era comúnmente conocido, verificó con asombro el trabajo de Campos. Era perfecto, no cabía duda. Y Campos era un alumno que no había destacado en absoluto hasta ese momento. Tendría que prestarle atención, seguir su trayectoria con más interés. Levantó la vista y lo buscó entre la masa alumnar. Lo encontró en el fondo, hacia la izquierda. Le estaba mirando. Y entonces, emocionado, descubrió algo de lo que no se había percatado: tenía unos ojos bellísimos.

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